Rosario y Ellas
- Nayeli Miranda
- 24 sept 2018
- 2 Min. de lectura
Las jóvenes ya tienen el enojo en la garganta. Cada aparición de él significa un coraje y un llamado de atención. Cada palabra de Rosario es un alivio y una liberación.
Las luces desvanecieron y la pantalla se iluminó. Era el punto de atención. Al final de la sala, desde lo alto seis siluetas de jóvenes dejaron a un lado las bandejas y los vasos para adentrarse, aparentemente, a otra realidad.
La primera imagen: sábanas y una mujer desnuda. Salto de tiempo, la misma mujer pero vestida y con unos cuantos años más. Está leyendo para una audiencia, para ellas. Aparece un individuo, la mujer voltea y reacciona impresionada. A las jóvenes algo les genera desconfianza y disgusto. La mujer, desde ahora Rosario, se entrega al individuo.

JustWacth
Otra vez aparecen las sábanas. Juventud y madurez se alternan. Rosario y el individuo, ahora Guerra, juegan con el tiempo.
Años atrás. Una Rosario de piel lisa y mirada limitada. De nuevo la vemos frente a una audiencia, aunque mucho más pequeña. Guerra llega, la observa, la juzga, la captura.
Palabras, versos y libros la rodean. Siempre en la soledad con sus amigos más cercanos. Guerra llega a interrumpir esa intimidad, la trasgrede y la conflictúa. Él es el conflicto.

Ecooesfera
Una vida rutinaria. Un trabajo, una casa y una pareja. Frente a frente Rosario y Guerra se encuentra con la máquina de
escribir. Las teclas juegan musicalmente en el lado de Rosario. La hoja no para de deslizarse. Del otro lado de
la mesa Guerra mueve incesantemente un vaso. Rosario ríe, Guerra la calla. Se levanta, la besa, la intenta distraer, le dice que salga, pide un descanso, necesita aire, necesita tiempo
con ella. Rosario le pide, amorosamente, que la deje en paz y continúa trabajando. Guerra se marcha molesto. Esto se repite unas cuantas veces más a lo largo de la cinta.
Las jóvenes ya tienen el enojo en la garganta. Cada aparición de él significa un coraje y un llamado de atención. Cada palabra de Rosario es un alivio y una liberación.
Envidia y sabotaje. Rosario en el hospital, acaba de perder un hijo. Escritura compulsiva. Guerra se aleja. Finalmente, un hospital y un bebé en brazos, un niño y un supuesto destino cumplido. Rosario es plena y feliz, escribe sin parar. Las jóvenes saben que algo pasará.
Guerra domina, Rosario resiste, pero... el niño.
Maestra y escritura a la altura de la maternidad. Guerra no lo acepta. Maestra y escritura o maternidad, maternidad o maestra y escritura. Ninguna de las opciones tienen sentido para Rosario.

Proceso
Guerra la encara. Un niño que no está en su cuna destroza a Rosario. Su niño.
Mira a Guerra con otra mujer. Intenta enfrentarlo, no hay manera de continuar, ella es la loca, él al que deben respetar. Él merece disculpas, ella ni un consuelo.
Árboles y una casa lejana. Una llamada, nombre de cariño en busca de un hijo. Rosario cuelga, la luz falla.
Muere el 17/08/74.
Las jóvenes quedan vacías, salen
sin hablar de la sala. Les han golpeado el corazón.
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