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Educación emocional y crianza consciente

  • Teresa Gutiérrez
  • 15 oct 2019
  • 2 Min. de lectura


Como todos los días, lo primero que hice al despertar fue revisar mis redes sociales. Después de scrollear un rato, encontré una publicación con un texto de Yvonne Laborda -que no ha dejado de darme vueltas en la cabeza-, donde menciona cómo la forma en que fuimos educadas de pequeñas imposibilita en gran medida nuestra toma de decisiones.

“...Mamá, si realmente deseas que yo pueda decidir de forma consciente quién deseo que me toque cuando sea adulta, primero necesito poder decidir quién me besa y me abraza a los 3, 5 y 7 años”.

Lamentablemente, pertenezco al 66.1% de mujeres en México que ha sido víctima de violencia verbal, emocional, física y sexual (también al 34.3% que ha sufrido violencia sexual en espacios públicos o comunitarios). Y sí, estoy segura que se debe a cómo me enseñaron que debía ser mi comportamiento en público y cómo no cuestioné nada por ser obediente y recibir la aprobación de mi familia.

Como muestra, hace unos años en el trabajo, un señor comenzó a acosarme: lo encontraba camino al baño, en la cafetera o en cualquier lugar del edificio al que casualmente yo iba sola, de hecho más de un par de veces lo vi cambiar de rumbo con tal de que nos encontráramos al final del pasillo y así poder saludarme, abrazarme y por supuesto hacer algún comentario sobre mi aspecto físico.


No dije nada porque normalicé su conducta, creí que él solo trataba de ser amable y que la que tenía problemas era yo, además no quería arruinar su reputación en el trabajo con algo que a lo mejor -OBVIO NO- solo me estaba imaginando. En parte tampoco quería que mis compañeras pensaran que estaba siendo narcisista y arrogante al «alardear» que ese señor tenía interés en mí -así es, me revictimicé-.

Por miedo nunca hice nada, pero la historia no termina mal. La entonces directora de mi área se dio cuenta, tomó cartas en el asunto y él ya no trabaja aquí -resulta que no era la única, pero nadie se había atrevido a hablar-.

El punto aquí y en el que concuerdo mucho con la lectura de Yvonne Laborda es que los padres nos enseñan a ser tan amables que se olvidan de lo importante que es aprender a tomar nuestras propias decisiones en la infancia, al grado que cuando llega la edad adulta no sabes dónde debes poner un límite y más en un ambiente dónde influye mucho cómo te comportas (el trabajo es un ejemplo).


Tal vez ahora tú y yo podemos aprender de los errores y alzar nuestra voz para que este tipo de situaciones no se repitan, pero es importante que para el desarrollo de seres humanos plenos, repliquemos una educación consciente que respete y acepte la esencia de los niños sin interpretar ni juzgar y así transformar el sentido de las relaciones humanas.

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