Tabúes, cadenas del placer.
- Itzel López Castañeda
- 22 oct 2019
- 2 Min. de lectura

La sexualidad femenina siempre ha sido un tema tabú, pareciera que es inexistente ante los ojos del mundo, peor aún, ante los ojos de las mismas mujeres. Las sociedades dictaminan como debe comportarse una mujer; vivimos bajo el yugo de un imaginario lleno de simbolizaciones, que coarta nuestro cuerpo, mente y alma, lo peor es que lo permitimos, está tan naturalizado dicho imaginario, que nunca lo cuestionamos, crecemos inmersas en el ideal del “eterno femenino”, que nos obliga a ser pasivas, sumisas, puras, castas, femeninas, casi vírgenes. Rechazamos lo natural, negando nuestro deseo innato, nos hemos fragmentado, reprimimos el erotismo, todo por el miedo a la condena y al juicio de la sociedad, pues tenemos que mantener una reputación intachable; es el miedo al qué dirán, me llamaran puta, inmoral, impura, bruja, zorra, esas son solo etiquetas llenas de prejuicios de gente que le tiene miedo a la libertad, gente que vive esclavizada en un pensamiento binario, de lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto y desafortunadamente ese pensamiento nos tiene presas.
Asimismo, nos torturan y torturamos con la idea de un utópico deber ser, es decir, tienes que cumplir con todos los cánones establecidos de “mujer buena”, ser bella ante el sentido de la estética de los demás y si no lo somos, odiamos nuestro cuerpo, nos avergonzamos de nuestra carne, de nuestro deseo. Aparentamos algo que no somos, solo por ser aceptadas en la sociedad o sufrimos lo que no somos por una aceptación que nos reprimirá, ¿acaso eso es vida?
A lo largo de la historia se nos han impuesto mil y un normas, como nacimos con vulva, automáticamente nos catalogan como el “sexo débil”, mientras que los hombres son denominados como el “sexo fuerte”, “los generadores de placer”, nosotras quedamos como meros seres pasivos, en todos los sentidos, pues crecimos en un mundo falonarcisista y lo más lamentable es que estas ideas que para mi parecen absurdas e injustas, para otras mujeres son naturales y aceptables. Desde que somos pequeñas se nos enseña que debemos renegar de los placeres carnales, porque nos gobierna una perspectiva moral y religiosa la cual dice que el único fin del coito es la reproducción; mientras que el clítoris, regalo de la naturaleza, se vuelve invisible y nos avergüenza. Pero, ¿por qué negarnos al goce? no nacemos con pudor ni vergüenza.


El desconocimiento corporal nos limita, el ejemplo más claro es con la palabra masturbación, cuantas veces me ha tocado hablar de esta práctica, los hombres lo toman con naturalidad, hasta ríen; mientras que las mujeres se avergüenzan, se cohíben, se incomodan, muchas hacen cara de asco, acompañada de “yo nunca lo he hecho”, solamente conociendo tu cuerpo, conocerás tus deseos.
La mujer tiene más deseo sexual que el hombre, imagina, crea escenas pasionales dignas de una buena película erótica, somos diosas de la fantasía, pero no sirve de nada si solo se queda en la mente
El amor propio, el autoconocimiento de nuestro cuerpo, la salud mental, física y emocional están siendo oprimidos por el pudor. Mujer cura tu mente, ama tu cuerpo, quítate esas cadenas.
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