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Las Otras

  • Berenice Hernández
  • 4 ago 2019
  • 3 Min. de lectura

"Nos enseñaron a ser rivales pero decidimos ser aliadas. " - Féminas

Ilustración por: Lilian Victoria



Ser vulnerable significa ser humano, ser una que tiene límites. Saberse humano significa descubrirse a veces desvalida frente a las fuerzas de la naturaleza, la sociedad y todo “lo Otro” que no logró aprehender, ni dominar y que tiene un efecto claro sobre mí.


El instinto de supervivencia, entendido como la imperiosa necesidad de mantenerme con vida, no se lleva bien con mi imposibilidad de ejercer un poder absoluto sobre mi destino. Reconocer que enfrento el riesgo de morir implica que mi voluntad tiene un límite, ese límite existe porque lo Otro existe.

Por eso se dice que la consciencia de nuestra unicidad y especificidad surge de la noción de lo Otro: Yo existo porque lo Otro existe. Así, donde lo Otro existe Yo no existo. Yo muero en las fronteras de la consciencia del Yo y lo Otro. Lo Otro pone límite, fin al Yo.


De forma tal que la manera en que me relaciono con lo Otro viene determinada por la manera en que asumo mi mismidad – el hecho de que Yo sea yo misma- y por la manera en que asumo mi impotencia (mi fin / mi muerte) -Yo no soy lo Otro/ La Otra / El Otro... Lo que permite concluir que el que somete o busca someter a La Otra es aquel que se relaciona consigo mismo, con su individualidad y su impotencia, en forma de conflicto.

Ilustración por: Lilian Victoria.

Usando este principio logramos explicarnos la génesis del totalitarismo, que es la médula de los sistemas de opresión que organizan a las sociedades disciplinarias. El totalitarismo es la negación de la diferencia, la negación de la individualidad motivada por la dificultad que enfrentamos para asumir nuestras irreductibles zonas de no-ser. El totalitarismo nos evade del vacío existencial que nace del sabernos irrepetibles, distintas y, en cierto grado, vulnerables. El totalitarismo es el opio de la soledad existencial.


El Patriarcado aparece, pues, como el primer sistema de opresión que existe porque pretende someter a una norma la expresión de nuestro género, base de nuestra identidad, y porque en el acto pretende organizar las relaciones sexuales, filiales, económicas y políticas entre los sexos. El Patriarcado institucionaliza las identidades de los seres humanos, les provee de roles, para institucionalizar sus relaciones y organizarlos en torno a un modelo único de ser (hombre, blanco, heterosexual, capitalista….).


Rebelarse contra el Patriarcado supone por ello un proceso de ruptura exterior muy necesario que se expresa como activismo que se hace notar, que hace ruido, destella, es confrontativo, y contribuye a generar un sentido de pertenencia entre Las Rebeldes. Sin embargo, existe otro proceso interior que no debemos descuidar, empero correr el riesgo de encontrarnos instaurando, casi sin darnos cuenta, la exclusión en el seno de un movimiento que nace con el objetivo de defender la libertad y reivindicar la originalidad de nuestras mentes y nuestros cuerpos y que celebra, por lo tanto, la diversidad.


Ilustración por: Lilian Victoria

Este proceso interior es el camino que me lleva a hacerme amiga de mi misma. Se trata de un camino tan gratificante como aterrador porque me lleva a adentrarme en las profundidades de mi ser para rescatar mi individualidad y cultivar desde ahí mi originalidad.


¿Y, qué es mi individualidad? Mi individualidad no es otra cosa sino mi experiencia de vida, no entendida como la manera objetiva en que aconteció cada pasaje de mi historia, sino como la manera en que yo sentí y vibré en cada momento que permanece hasta el día de hoy en mi memoria.


Decíamos que “el que somete o busca someter a La Otra es aquel que se relaciona consigo mismo, con su individualidad y su impotencia, en forma de conflicto”. Así, para ser verdadera aliada y hermana debo reconciliarme, primero, con mi propia historia de vida. Y, muy importante, amar y aceptar mi cuerpo con las características que lo hacen único, que lo hacen mío.


Reconciliarse con la propia historia implica aceptar con paz el pasado y recordar momentos que qui


siéramos pretender que nunca ocurrieron. Pero es necesario que cambiemos la manera en que percibimos nuestra vulnerabilidad y que dejemos de combatirla.


Nuestra vulnerabilidad nos hace capaces de conectar las demás en un sentido profundo, de una manera en que ninguna otra semejanza puede hacerlo. Por ello nuestra vulnerabilidad no puede debilitarnos, porque es nuestra unión la que nos hace más fuertes.


Será en la medida en que vivamos sensiblemente la auto-aceptación que estaremos en condiciones de aceptar a las demás, de generar comunidad y revindicar, efectivamente y al fin, el derecho de Las Otras de existir.


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