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Exclusión e invisibilización de las mujeres latinas en el movimiento feminista.

  • Cindy Molina
  • 21 ago 2019
  • 7 Min. de lectura

El feminismo como movimiento social y político que reclama los derechos de las mujeres existe desde hace muchos años. Sin embargo es sólo recientemente en su historia que se integran y aceptan las voces de mujeres de color. Las mujeres en esta sociedad heteropatriarcal jamás olvidan la exclusión y violencia que vivida por el simple hecho de ser mujer pero el racismo dentro del mismo movimiento feminista es un conflicto tangible hasta la fecha. Existe un claro racismo en el movimiento feminista en todos sus niveles, el cual se observa en la exclusión de las mujeres de color en la dirección, creación y toma de decisiones en todo frente, marcha y congreso que se organice. Se siente en la deliberada deslegitimación de los trabajos y esfuerzos de las mujeres latinas y chicanas. En la invisibilización de sus experiencias como mujer de color. Y es reforzada con argumentos con los que las mujeres blancas presionan la cuestión de género como primordial para el movimiento a la cual cuestiones como la raza son algo secundario o irrelevante.


Entonces ¿Es relevante la raza para la lucha feminista o debe ser una cuestión secundaria a la opresión de género? Y ¿Cómo afecta al movimiento feminista la exclusión e invisibilización de la mujer latina? El argumento de este trabajo es profundizar en el papel de raza en el feminismo como un factor problemático cuando se reduce su relevancia y se desacredita su importancia en el sistema de opresión sobre la mujer. Sistema en el cual todas las mujeres ven cooptados sus derechos todas las mujeres pero no todas de la misma manera .El propósito del ensayo es señalar no sólo la opresión sistemática generalizada sobre las mujeres que argumentan muchas feministas sino incluir los reclamos de opresión de raza de las mujeres de color que hasta la fecha muchas feministas se niegan a ver. Históricamente, los reclamos de la mujer latina y mestiza han sido ampliamente ignorados por las feministas europeas y las blancas de Norteamérica. A pesar de que brillantes mujeres lucharán por terminar la opresión de la mujer a su parecer no todas las mujeres eran merecedoras de unirse a la lucha ni de siquiera recibir esos derechos por los que se abogaba. El despertar de mujeres de clase media blanca a exigir igual de condiciones para las mujeres en el siglo XVIII y IXX los exigía solo para aquellas mujeres que podían considerar sus iguales. Los orígenes del movimiento feminista son relativamente aceptados por la comunidad como los trabajos de prominentes mujeres blancas y europeas. Personajes como Mary Wollstonecraft y las sufragistas son planteados como el antecedente directo del feminismo. Esto no significa que antes de esto no hayan existido resistencias y criticas al sistema patriarcal ancestral, incluyendo este argumento a comunidades y mujeres no europeas. Parte del problema radica en la falta de reconocimiento de otras formas de estas otras formas de lucha. Ciertamente la Historia ha excluido a las mujeres de la narrativa de la humanidad, pero es a las mujeres de color quienes ni siquiera existen. Poco a poco existe una reivindicación de mujeres de ciencia y filosofía de siglos pasados pero la mayoría son europeas y blancas. Tal ejercicio realizado por mismas mujeres en algunos casos cuando se considera el saber de la mujer de color como algo primitivo y retrógrada. Por lo tanto existe una doble invisibilización de las aportaciones de la mujer latina en la Historia y en la historia del movimiento feminista. La latina en el feminismo Recientemente, existe un reclamo por feministas, latinas, chicanas e indígenas por un reconocimiento de otras formas de hacer y entender el feminismo las cuales validen sus experiencias e identidades propias como mujeres de color. Nuevas vertientes de estudio como los estudios chicanos o los decoloniales, que buscan deconstruir las estructuras coloniales que rigen el actuar de los individuos en la sociedad, auxilian en la lucha de la feminista de color a reclamar su lugar en el movimiento. Los feminismos comunitarios y ecofeminismos se presentan como alternativas de lucha contra el patriarcado donde exista la hegemonía de la mujer blanca occidental. Las feministas latinas desde diferentes frentes como lo son la antropología, la filosofía y la literatura denuncian el racismo al que se enfrentan por parte de otras feministas. En los medios de comunicación y toda producción cultural se exalta a lo blanco como superior y por ende más hermoso. En la mayoría de los países latinoamericanos cualquier relación con algo europeo o estadounidense se impregna de un aire de validez y calidad. La piel morena y los rasgos autóctonos de los pueblos originarios son despreciados y mostrados como algo inferior, desagradable y no atractivo lo cual es una carga fuerte sobre las mujeres de color del continente. La academia es sobre todo violenta en este aspecto cuanto considera de menor valor la creación latinoamericana en contra de la anglosajona o europea mayormente hecha por hombres. Es dentro de la academia donde constantemente los trabajos por autoras nacionales des desprestigiado en comparación con la obra de alguna estadounidense o europea. Todas estas prácticas son la generalidad en el continente. Los estudios y movimientos feministas no son la excepción. Cherríe Moraga and Gloria Anzaldúa en la obra “Este puente, mi espalda” (1981) compilan el trabajo de múltiples escritoras de color que buscaban visibilizar otras subjetividades del feminismo a partir de sus experiencias como negras, asiáticas, chicanas y nativas americanas. El trabajo se hizo con la intención de desafiar la supuesta sororidad que mantenían las feministas blancas con todas las mujeres la cual fallaba cuando se trataba de reconocer la intersectorialidad de la vida y obra de estas mujeres. En el libro las autoras explican cómo la narrativa hegemónica de la feminista blanca de las primeras dos olas reduce a la raza a una cuestión secundaria. Como a las mujeres de color no se les invitaba a participar activamente en la lucha, desde el rechazo a incluir trabajo centrados en la raza hasta cuestionar la validez de sus obras. La voz de los pueblos originarios es especialmente silenciada como una cuestión mística que carece de rigor científico para su validez. Francesca Gallargo denuncia que “si el feminismo niega la fuerza que generan las mujeres de los pueblos originarios, incurre en el reduccionismo que las demás ideologías universalistas en su afán de dominio del resto del mundo” (Gargallo, 2012). En su obra Feminismos desde Abya Ayala (2012) la autora expone los sistemas de resistencia y organización que las mujeres indígenas del continente americano han formulado en alternativa a la opresión del sistema patriarcal, racista y colonial que impera en sus naciones. Sistema en el cual son relegadas por muchas feministas blancas, quienes niegan como válido su conocimiento o minimizan la gravedad de la violencia específica que viven estas mujeres no solo cómo mujeres sino como mujeres indígenas.

Para las feministas latinas, la universalidad de la mujer es uno de los principales factores de conflicto. La suposición por feministas de la existencia de una mujer unificada en su carácter de oprimida es especialmente problemática puesto que este discurso una vez oculta relaciones de poder y dominación en las cuales las mujeres de color son todavía más vulnerables. Es imperante reconocer como la narrativa de una experiencia universal de la mujer en el patriarcado puede no brindar el reconocimiento necesario a formas de violencia y opresión específicas sobre las mujeres de color las cuales no son una generalidad de todas las mujeres. Las experiencias de estas mujeres rompen con el concepto de una mujer universal al requerir otras resoluciones que las que el feminismo blanco exige. La complicación yace en que muchas feministas consideran que la cuestión de raza es una cualidad secundaria de la opresión de género específica. Caen pues en los mismos discursos y mecanismos de invisibilización que se hacen al propio feminismo. Esto es apremiante pues muestra una discrepancia dañina dentro del mismo movimiento en el cual se recurren prácticas y discursos racistas o clasistas para justificar la invalidación de las experiencias específicas de la mujer latina como sujeto que experimenta opresión por fuentes distintas como las estructuras coloniales. Causas con las que muchas feministas blancas no se pueden identificar y por ende lo consideran una desviación del propósito primordial del feminismo de garantizar el fin del patriarcado. Reducen por lo tanto a la experiencia de la mujer a las experiencias de las mujeres blancas, lo cual desprestigia los reclamos particulares que mujeres latinas puedan tener ante la estructura racista que impera en la sociedad y gobiernos del continente. Mucho se puede argumentar acerca de si la división de los feminismos reduce la efectividad de la obtención de cambios en la calidad de vida de las mujeres. La división puede ser proclamada como una fragmentación dañina para la lucha pero las divisiones están ahí, negar la existencia de una estructura racista y clasista no beneficiaria en lo absoluto las condiciones de las mujeres de color. Es ahí donde yace uno de los principales conflictos, en primeramente reconocer que la validez de las experiencias de estas mujeres como otro frente relevante donde se debe trabajar independientemente de la raza a la que pertenezcas. Reconocer la amplitud de las subjetividades dentro del movimiento feminista lejos de debilitarlo permite un alcance más específico y eficiente a la lucha colectiva. La especificidad de ciertas ramas del movimiento permite indagar por aquellas situaciones en las que la estructura oprime si por ser mujer pero también por otras cuestiones que incluso cuando no todas las mujeres se pueden sentir personalmente identificadas con ellas deberían poder reconocer la validez de exigir el cambio de tal estructura. Por más atractivo que se el erigir una mujer universal con la cual todas pueden ser identificadas no debería no se sostiene ante las demandas de miles de mujeres que no encajan en tal modelo pues no reúne las características de sus experiencias. La supuesta universalidad elimina elementos fundamentales de la ecuación sin los cuales no puede ser derrumbada la estructura de dominación. No por esto se debe caer en simplismos como considerar que entonces no hay un sistema de unificación por la variedad que hay en cultura e historia. El sistema de unificación existe pero si el feminismo no logra albergar la pluralidad que conforma a sus militantes es reducido a un sistema obsoleto. Es imperante reconocer la existencia de otros feminismos, de otras maneras de pensar no eurocéntricas y la aceptación de cosmovisiones. No se debe ver como una amenaza la existencia de otra manera de interpretar el feminismo, pues es mediante el intercambio de ideas y la exclusividad que el feminismo puede llegar a proveer herramientas de deconstrucción de las estructuras de opresión sobre las mujeres, sobre todas las mujeres.

Bibliografía Gargallo, F. (2012). Feminismos desde Abya Yala[1]. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos en nuestra América de la filósofa. Ciudad de Mexico: Editorial Corte y Confección.





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